Arte y gominolas

Es bastante impresionante ver el progreso exponencial (¿o factorial?) de las aplicaciones de inteligencia artificial en el último año. Tanto que a veces pienso que detrás de algunas de ellas —las más opacas— puede que lo que haya realmente sea un laboratorio de trabajadores humanos con salarios bajos haciendo casi todo el trabajo. Hemos pasado de pensar en una máquina creando imágenes a la carta como algo de ciencia ficción a verlo ocurriendo en la realidad, de manera un poco patosa al principio y, poco después, de forma bastante convincente a primera vista, todo en poco más de un par de años.

Y, como si se hubiera encontrado la fórmula general para resolver todos los problemas creativos con IAs, de repente tenemos lo mismo aplicado a voces y a música. ¡Música a la carta!

Ahora todo el mundo anda jugueteando y entrenando todas estas aplicaciones, haciendo canciones y alucinando con los resultados. Que, sí, son técnicamente impresionantes, aunque musicalmente me parecen una aberración. Pero la cuestión es que, para un sector bastante grande del público general, los resultados son suficientemente buenos. Para algunos incluso sobresalientes.

Como era de esperar, ha habido varias reacciones (humanas) acerca de las implicaciones de todo esto de cara al futuro. También como era de esperar, las preocupaciones no tienen nada que ver con cuestiones éticas sino meramente monetarias: “¿y si las IAs me quitan el trabajo?”.

En algunos casos incluso nombres famosos se han unido para avisar del uso irresponsable de estas aplicaciones, que claramente amenazan sus ingresos. Y aquí es donde aparece la cuestión que me revolotea en la cabeza: ¿de verdad supone todo esto una amenaza para los artistas?

Cuando pienso en si soy demasiado duro cuando considero a ciertos géneros y productos como algo distinto a la música o al arte Sí, creo que estos dos términos se utilizan muy a la ligera., me viene a la mente una analogía: ¿las gominolas son comida? Técnicamente sí, porque se comen. A los niños les encantan y las comen a puñados. Y muy de vez en cuando, a los adultos también los ves comiendo alguna que otra cuando se las ponen delante. Pero ¿cuántos adultos conoces que pidan gominolas en un restaurante? ¿o que se pongan en su casa gominolas para cenar?

Cuando se inventaron los Doritos, un alimento fácil de conseguir, fácil de comer y tremendamente adictivo, ¿se echaron los cocineros las manos a la cabeza pensando que se les acabaría el trabajo?

Es una tontería de ejemplo, pero solo si lo miras muy de cerca. Desde una distancia el asunto actual con la música es más o menos igual. La gente seguirá queriendo tener música de fiesta, algo con lo que bailar, jingles de relleno en televisión y radio, canciones del verano. De acuerdo. Ninguno de estos productos contiene (digan lo que digan) la expresión de un artista, no comunican los sentimientos o las ideas de una persona con un público. Entonces, ¿qué problema hay en que las haga un software?

Quien escuche música para apreciar la obra del artista, o la producción, o la interpretación personal del músico seguirá queriendo escuchar música producida por personas, ¿verdad?

¿Verdad?

No quiero sonar cruel, y no creo que haya nada de cruel en esto pero, si tu temor es que tu obra pueda ser reemplazada por el producto de una IA, quizás tu obra no tenía mucho que ofrecer en un principio. Al menos has podido aprovecharte de la situación hasta ahora, considéralo un triunfo y adáptate.

Muchos de los que firman el manifiesto no han tenido ningún problema en utilizar la tecnología que tenían a mano para suplir carencias y habilidades artísticas, ¿no? No recuerdo si cuando el autotune se convirtió en una herramienta ubicua en los estudios los cantantes verdaderamente buenos también advirtieron de su uso irresponsable.

En cualquier caso, habría que tomarse esta nueva época como una oportunidad de volver a los orígenes y trabajar en los fundamentos. La calidad de las aportaciones de las IAs tiene un límite. Me imagino que solo imitan basándose en obras existentes, y que a medida que el catálogo de obras se vaya haciendo más genérico y mediocre, también sus producciones tenderán a un máximo local anclado en esa mediocridad. Nada que temer. Bueno, nada que temer si eres capaz de producir algo más potable que las imágenes y las canciones plasticosas que de momento nos están dando las IAs.

Puede que esto sea el principio de un nuevo siglo de las luces, no por lo que nos den las IAs, que seguro que acabará siendo al menos la mitad de lo que consumamos, sino por el reciclaje de artistas y profesionales que tendrán que reinventarse para dar un valor añadido a su obra. Quizás en esa lista de artistas esté el próximo Stravinsky o el próximo Coltrane.

Si no, aún quedan un montón de alternativas, dentro y fuera de las artes, a las que dedicarse sin miedo a ser reemplazado por el software: escultura, arquitectura, conciertos con instrumentos reales tocados por personas de verdad, danza, cocina, carpintería…

O seguir haciendo música. No me imagino a alguien como Pat Metheny —alguien que todavía sigue componiendo y produciendo discos casi cada año y dando conciertos por todo el mundo— preocupado. Ni a Philip Glass, gran parte de cuyas composiciones son casi puramente algorítmicas.

Las gominolas no se van a acabar. Al contrario, vamos a tenerlas hasta en las bodas. Pero las personas seguiremos necesitando cocinar y comer.

Gracias por venir. Mantengamos la calma, en el fondo las cosas importantes van a seguir siendo igual.